Cada creyente en la existencia de los niños índigo sostiene teorías disímiles sobre su naturaleza

A finales del siglo pasado, dentro de los círculos neoerianos comenzaron a hacerse populares en los hogares de la Nueva Era ciertas criaturitas azules —coloración sólo perceptible para un porcentaje de otros neoerianos—, inocentes y traviesas; estos seres tenían la misión de cambiar el mundo y llevar a la humanidad a esa utopía milenarista en la que todos subiremos un nivel en las escalas espiritual, mental y, en una de ésas, hasta física. No, no eran los pitufos, sino los niños índigo.
Cada creyente en la existencia de los niños índigo sostiene teorías disímiles sobre su naturaleza, origen y habilidades paranormales. Así, algunos afirman que su origen es extraterrestre: son la reencarnación de quienes en otras vidas fueron habitantes de otros planetas. Otros, menos adeptos a esta especie de panspermia cerúlea, concuerdan con la idea de la reencarnación, pero son más mundanos y prefieren ver en ellos al nuevo Dalai Lama o a Moctezuma.
Entre las habilidades especiales o «suprapsíquicas» de los niños azulinos podemos enlistar: la telepatía o capacidad de comunicarse con otras personas por medio de la mente, la clariaudiencia —o don de adelantarse a lo que luego escuchan—, la telequinesis o habilidad de mover las cosas con la mente, la vitakinesis2 o don de curar enfermedades con la mente y, finalmente, la precognición o facultad de conocer el futuro. Más allá de estos poderes parapsicológicos, los índigo también pueden hablar con ángeles, fantasmas, hadas y gnomos, y resolver exámenes de conocimientos jamás aprendidos, sin necesidad de recordar o razonar cosa alguna, con la ayuda de su pura intuición.
Por desgracia, para los fanáticos de la Nueva Era no existe ningún estudio científico que haya mostrado que el a d n de los niños índigo sea distinto al del resto de los Homo sapiens; contrario a lo que afirma sin prueba ni referencia un sitio en internet, el ADN de los añiles no tiene tres hebras en lugar de dos. En conclusión, el niño índigo no es el Homo superior.
Con informacion de: El Financiero